miércoles, 7 de agosto de 2019

El desafío


Pertrechado de excusas salí a tu encuentro, presagiando tempestades temperamentales y desvíos  menstruales en nuestra próxima conversación, evadiendo mi responsabilidad viril de conducir palabras y ademanes hacia lo que ambos sabíamos que conducirían toda palabra y todo ademán, cualquier ingenioso ardid de rodear el inmisericorde, protuberante deseo. Fue así que saliendo de la estación subterránea, frente al café predestinado, apenas vi tu rostro complacido con la muchedumbre en tránsito, sonrisa de estatua viviente tras gafas oscuras, te ofrecí mis pretextos, todos ellos reunidos en un gran ramillete envuelto en sedal rojo ante tu mesa de metal bruñido, temblando, como si ofrendara ante una deidad complaciente, todopoderosa y tiránica.

Me observabas divertida, como si vieras una gota a punto de caer del grifo, y tras las gafas pude adivinar un guiño. Eres tú mi belleza, no otra -pensé-y tuya es mi pleitesía, mi único contacto posible contigo. Me hablabas como se habla a un niño y yo como siempre, respondía que no, que no lo sé, que no quiero. Sin dejar de sonreír me acariciabas la mano, tu voz aún mas suave,sin dudar que lo haría por ti.

Otra mañana, otra ingesta de humo, café y croissants.

No hay comentarios:

Publicar un comentario